Conocida la información, a través de los servicios del pronóstico del tiempo sobre la llegada de una tormenta, comenzamos a organizar los equipos de trabajo y a distribuir las funciones. Preparamos un mapa de riesgo sobre las zonas que serían posiblemente las más afectadas por el temporal e inicimos el alistamiento del equipamiento correspondiente.
LLegada la tarde del 18 de febrero, los fuertes vientos, eran el preludio de lo que sería un fin de jornada de extrema labor.
La intensa precipitación, nos llevó a distribuirnos por toda la geografía de la ciudad, en ayuda de quienes se vieron sorprendidos por la llegada de la tormenta.
El anegamiento de las calles y la saturación de los canales que atraviesan la ciudad, eran solo una parte del crítico panorama que debimos enfrentar.
Viviendas aisladas, otras, cubiertas en gran parte por el barro, vehiculos atascados, y la desesperación de pensar que tal vez lo peor aún no llegaba, eran algunos de los escenarios que viviamos en cada lugar donde asistimos para socorrer o prevenir.
Tal como lo habiamos predecido, para los 30 hombres y mujeres del cuerpo activos y para los miembros de la comisión directiva, fue un fin de jornada largo, al cual llegamos exhaustos.
Con el físico cansado, pero con el alma y la vocación de servicio inalterables, para continuar colaborando y asistiendo a nuestros vecinos.
El número 100 de emergencias, no dejo de sonar ni un instante y cada llamado era un problema que requería solución.
Fue una jornada más de trabajo, de servicio, de vocación.
Ahora solo resta realizar un nuevo relevamiento de las zonas afectadas, y a través de estas fotografías queremos compartir con vos lo que fue, la crónica de una jornada agitada....
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